La segunda llegada

Insoportable, así es la sensación que tienes cuando estás en una ciudad donde hay 47ºC de temperatura máxima y 33ºC de mínima. Parece que estés todo el día con el calefactor enchufado a la cara. El primer día lo pasamos fatal, no imaginábamos tanto calor. Una botella de agua fría, si la encontrabas, te duraba 10 minutos antes de poder meter la bolsita de te y tener que soplar. Cualquier cosa absorbía el calor y no había manera de que refrescara. Al anochecer, buscábamos alivio en los restaurantes de las azoteas de las pensiones, pero todo era en vano. Las paredes seguían irradiando calor incluso de noche y los ventiladores no hacían más que remover el mismo aire cálido.

Delhi es una ciudad bulliciosa en todos los sentidos. El ruido, el tráfico y las aglomeraciones te siguen sorprendiendo. Sin embargo, la segunda vez que llegas aquí no recibes el mismo impacto que la primera. Todo parece más familiar y menos fuerte, aunque todavía hay muchas cosas que te impactan, sobre todo el tráfico y la miseria de la gente. Esta vez vimos como se formaban colas para que les dieran una fruta en la calle. Corre la voz de que dan comida y la gente se amontona en un punto determinado a que les den lo que sea.

Parece que el ayuntamiento intenta quitar las vacas de la ciudad y lo ha conseguido un poco, pero sigue habiendo mucho morlaco por la calle. La imagen de una capital próspera no cuadra con el ganado campando a sus anchas por la calle. Los programadores de software, la energía y la bomba nuclear, los grandes empresarios que hacen que el país tire adelante contrastan fuertemente con la miseria que se respira en esta urbe.

Connaught Place es sin duda el centro neurálgico. Se trata de una gran plaza al estilo colonial inglés. Los británicos hicieron de ese lugar uno de los sitios más elegantes de Delhi. En el fondo esto se conserva, pero en la forma no. El lugar tiene un aspecto decadente y dejado, en las esquinas apesta a orines fermentados como en cualquier otra esquina de la ciudad, pero las mejores tiendas venden a los más pudientes indios, que se compran joyas o ropa de marca al más puro estilo occidental. La miseria se acentúa en esos lugares.

Los trámites para sacar el billete de tren son bastantes penosos, así que, conociendo el percal, sacamos uno para dos días después de nuestra llegada. Queríamos marcharnos a los pies del Himalaya, en el estado de Uttaranchal, para ver los lugares, como no, más sagrados de la india, entre ellos las fuentes del Ganges. Nos hacía mucha ilusión porque igual allí encontrábamos un clima un poco más fácil de sobrellevar y podríamos estar un poco más cerca de dios.