Pateando la India

Aventuras y desventuras encima de un tren

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25 abril 2006

Purificación a los pies del Himalaya



Una de las mejores cosas de volver a un lugar donde ya has estado es que todos los trámites burocráticos ya te los conoces. Esto te lo facilita todo mucho y, además, te hace ahorrar tiempo (...claro que descubrirlo por primera vez también tiene su emoción).


Compramos un billete para Haridwar, en el estado de Uttaranchal, centro de peregrinación hindú donde los haya. Cinco horas en tren nos bastaron para llegar a los pies del Himalaya, donde el Ganges deja las montañas y entra en el llano. Parece que es esto lo que hace de esta ciudad la más sagrada de las ciudades. La ciudad tiene unos 500.000 habitantes, pero la vida se centra en la calle principal, un bazar de unos 2 km. que desemboca en el Ganges. A lado y lado se encuentran las muchas tiendas de objetos religiosos, comida y ofrendas para los dioses o rosarios y estatuillas para adorarlos. os trajes para vestir a los dioses, desde las miniaturas de Baby Krishna hasta las enormes estatuas de los templos. Si lo piensas objetivamente no dejan de ser lo mismo que se hace aquí con los santos y las vírgenes, a los que hay que cambiar de ropa dependiendo de las fiestas, se les regalan mantos carísimos y se los saca a pasear en procesiones rodeados de devotos. Investigando en la red he descubierto que también se pueden comprar online, aunque en versión de "lujo" en especilizadas tiendas de pooja. La mayoría de estos objetos harían las delicias de los europeos más kitsch. Supongo que todas las religiones tienen su marketing.

El ghat principal es el más sagrado. Nadie puede pisar las escaleras con los zapatos puestos y en él se encuentran varios templos dedicados a Shiva. Dicen que Shiva creó de las montañas del Himalaya y dejó su huella allí. Los fieles, familias enteras de peregrinación, se bañan en el río durante todo el día, los hombres en calzoncillos y las mujeres completamente vestidas, aunque también vimos alguna que se bañaba solo con la falda. El barullo que se forma, el griterío, la sensación de que todos lo están pasando bien, te recuerda a las piscinas municipales de los pueblos en verano. Es una fiesta. Se meten en el río, muchos sin saber nadar, y se agarran a las cadenas de hierro para que no se les lleve la corriente. En esta época, junio, el Ganges baja con fuerza debido al deshielo. Otros, niños y adolescentes, se tiran de los puentes y pretenden que les des algunas rupias para que les mires. No puedo dejar de pensar en los días en que gritaba "¡mamá, papá!" todo lo fuerte que podía para que me miraran cuando me tiraba del trampolín. También los hay que se dedican a bucear en el río para sacar las monedas o chapas antiguas que los peregrinos echan con sus deseos y, luego las venden en puestos improvisados. El espectáculo es interminable, echas horas observando, siempre como un voyeur entrometido en actos privados, a veces íntimos.


Hacia las 5 de la tarde los vendedores se ponen en movimiento y empiezan a preparar las ofrendas que los peregrinos compran para echar al río después de la oración. Cestos con hojas y pétalos de flores naranja y rosa, flores de loto y madera de sándalo, lamparillas con ghee, una manteca que utilizan de combustible... con todo ello fabrican cientos de barcas hechas con hojas, pequeñas, medianas o gigantes, coronadas por los lotos y las lamparillas. La ceremonia empieza en cuanto oscurece. A medida que se acerca la hora los escalones de los ghats a lo largo del río se van llenando de gente que llevan en la mano sus ofrendas. Gente de toda las edades, vendedores de plásticos para sentarse en el suelo sin mojarse, supuestos encantadores de cobras, niños que te quieren poner el tikka (señal sagrada) en la frente por unas rupias, otros que venden cerillas y azúcar para añadir a las ofrendas, falsos vigilantes que quieren cobrar impuestos, falsos sacerdotes que cobran por sus supuestas bendiciones y oraciones, vendedores de garrafas para llevarse el agua del Ganges, ascetas y as-jetas…

De hecho cuando llegamos al final del bazar, ya en el puente que cruza el Ganges nos vendieron un tíquet para poder acceder a él. Se supone que los "agentes" deben ir debidamente identificados, pero ¿con qué identificación? No lo sabíamos, nuevos y extranjeros en el lugar pagamos para no pelearnos. No fue un pago por entrar en lugar santo, más bien fue el impuesto del guiri.

La ceremonia empieza en el ghat principal, delante y dentro del templo. Encienden llamas sagradas los sacerdotes y empiezan a orar. Los fieles, cientos, se levantan, levantan los brazos y gritan en respuesta a las oraciones. De repente todos empiezan a cantar. Algunas personas se emocionan tanto que llegan a llorar. Poco a poco van encendiendo sus barcas florales y las van echando al río. Es impresionante. No puedo dejar de pensar cómo será esto durante la gran concentración del Maha Khumb Mela que se celebra cada 12 años. El historiador y novelista rumano Mircea Eliade, en su libro La India lo describió así:

Cada doce años, India entera se estremece; los pueblos se agitan, los monasterios se vacían, de las cuevas del Himalaya descienden ermitaños desnudos sucios de cenizas, de la costa de Malabar, del cabo Comorín, del golfo de Bengala, de los montes Vindhya, del desierto del Thar convergen carros de toda clase, comitivas de monjes, grupos de indigentes, tropas de leprosos, séquitos de rajás, palanquines abarrotados de mujeres ocultas por cortinas blancas, trenes llenos de pasajeros, una muchedumbre extraordinaria ávida de santidad: los peregrinos de la Kumbh-Mela.



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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Quina descripció tan visual! Un molt bon encert per fer-nos la idea del formiguer de gent de tota classe i mena de la Kumbh-Mela.

11:05 a. m.  

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