Pateando la India

Aventuras y desventuras encima de un tren

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26 mayo 2006

Conseguir la paz interior

Sobre la espiritualidad de la India se ha hablado mucho y mitificado más aún. Una visión un poco irónica de este tema la refleja esta pequeña historia que me ha llegado via e-mail.

Parece que en algún libro está escrito que el camino para conseguir la paz interior reside en finalizar las cosas que has empezado".

Después de una larga reflexión acerca del planteamiento pensé: "Puede que tenga razón".

Miré a mi alrededor y ví todas las cosas que yo había empezado y estaban sin terminar, así que hoy he terminado una botella de Bailey's, una de vino tinto, una de Chivas Regal, 3 chocolates, una caja de condones y un cuarto de botella de tequila. ¡No tenéis ni idea de lo bien que me siento!

Es hora de descubrir el misticismo de la India. El misticismo no lo tiene el lugar, ni tan siquiera las personas que viven en él. Si lo llevas, está dentro de ti estés donde estés... yo de momento seguiré acabándome las sobras que encuentre en casa.

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01 mayo 2006

De dioses y demonios

Haridwar es la tierra de los dioses y los demonios. De hecho todavía se ven dioses entre el barullo de sus calles. Un día, mientras desayunábamos en el restaurante de un hotel donde ya nos habíamos apropiado de una mesa, vimos uno. Era un elefante que se paseaba entre el tráfico como un gran héroe. Ganesh, el dios elefante, estaba entre nosotros. Él se encargaba de que a su cuidador no le faltara de nada. Se paraba delante de cada tienda: en una compraba tabaco, en otra compraba fruta y así se
recorría la calle. Pagaba con la trompa y a cambio recibía algún que otro obsequio. Un espectáculo digno de ver, que no nos perdimos gracias a la ventana que nos permitía observar todo el trajín de la calle como si de una gran pantalla se tratara.






Cuentan que en años inmemorables se desató un conflicto entre dioses y demonios debido a una marmita de amrit, el néctar de la inmortalidad. Casualidad. El mismo néctar que en todas las culturas ha perseguido la humanidad. Los dioses y los demonios tenían un acuerdo para conseguir y compartir el néctar que sacaron del océano de leche. Sin embargo, cuando lo consiguieron los demonios huyeron con él, rompiendo el trato que habían hecho con los dioses. Los dioses emprendieron una persecución que duró doce días y doce noches, correspondientes a 12 años para los humanos. Al cabo de esos doce días, empezó una pelea en el cielo por el néctar, durante la cual se derramaron algunas gotas por la tierra y cayeron en cuatro lugares que ahora se consideran los más sagrados de la India: Allahabad, en el estado de Uttar Pradesh, donde confluyen los ríos Ganges, Yamuna y Saraswati, muy cerca de Benarés; Haridwar, también en Uttar Pradesh, donde el Ganges deja la montañas del Himalaya; Ujjain, en Madhya Pradesh, en la orilla del río Ksipra; y Nasik, en el estado de Maharashtra, el mismo que Bombay, en la orilla del río Godavari.

El Kumbha Mela es la peregrinación en busca del néctar sagrado. Millones de personas se reúnen el mismo día para llevar a cabo el ritual del baño en un lugar y una hora predeterminada. La inmersión en el río se produce en el momento en que sus aguas se transforman en amrita. Para los hindúes, eso les limpiará de todos sus pecados a ellos y a sus ascendentes en 88 generaciones.

Miles de hombres santos, sadhus, monjes, santos y yoguis se concentran en estas fechas, haciendo que el Kumbha Mela sea especialmente vistoso debido a los desfiles cerimoniales que se producen con todos estos hombres montados en una gran variedad de transportes: camellos, elefantes, caballos, palanquines, carros...


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30 abril 2006

En busca del gurú

Rishikesh está muy cerca de Haridwar y es famoso por la gran concentración de ashrams que tiene. Está mordisqueada por las estribaciones del Himalaya, que ya se prevé como una cordillera con montañas enormes, y el Ganges la parte en dos. Da la sensación de que en una parte está el pueblo y la otra se reserva para peregrinos y turistas. Dicen que es el pueblo ideal para meditar y hacer yoga. Los ashrams son centros de meditación, sus celdas y servicios se configuran alrededor de un patio central ajardinado que recuerda, salvando las distancias, la estructura de los claustros de los monasterios. Sentados en el banco de uno de estos centros, rodeados de estatuas que parecen sacadas de un parque temático, con las fotos enormes de los fundadores y gurús colgados de las paredes, adornados con guirnaldas de flores -algunas frescas, otras de plástico- tienes más la sensación de estar en el territorio de una secta que en un lugar espiritual. Al igual que en Haridwar, está prohibido comer carne o pescado en todo el municipio. Es un lugar vegetariano por bando municipal. No sé si conocéis la historia de la tradición vegetariana en el hinduismo. Ser vegetariano es signo de pureza, así que cuanto más alta sea la casta a la que se pertenece, más estricto debe ser su regimen vegetariano. Por eso, los bramanes, la casta superior, tienen prohibido comer cualquier alimento de origen animal, incluso los huevos. Los Beatles lo hicieron famoso porque en uno de sus viajes, en plena era hippy, fueron a buscar a su gurú a ese lugar remoto, tan diferente a su Inglaterra natal. De hecho, algunos hippies fueron a por un gurú y se quedaron allí. Ellos parece que no consiguieron la iluminación buscada y volvieron a su mundo menos espiritual pero mucho más cómodo. Sigues encontrándote allí a muchos occidentales en busca de algo que dé sentido a su vida, pero, la verdad, puestos a creer en algo increíble, mejor quédate con lo de casa. Muchos de los casos de estafa e incluso de crimen en estos parajes tienen como víctimas a este tipo de personas bajo las manos de supuestos gurús. India me sigue pareciendo un país poco espiritual, a pesar de la fama mundial que a adquirido.

Para llegar a Rishikesh cogimos un autobús sacado directamente del desguace. Las tripas del vehículo se le salían entre la chatarra de la que estaba hecho y el conductor atacaba la carretera a base de claxón. El viaje se eternizó entre bocinazo y bocinazo. Llegamos a nuestro destino con un principio de ataque de nervios, pero Rishikesh nos recibió con una estampa de placidez y del quehacer cotidiano de los indios. Vimos a unos chicos pintando una pared, con una silla y un taburete que les servían de escalera. Te preguntabas cómo podían pintar y escribir con tal exactitud las letras que formaban parte del mural sin instrumentos específicos, aparte de la brocha y la pintura.

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25 abril 2006

Purificación a los pies del Himalaya



Una de las mejores cosas de volver a un lugar donde ya has estado es que todos los trámites burocráticos ya te los conoces. Esto te lo facilita todo mucho y, además, te hace ahorrar tiempo (...claro que descubrirlo por primera vez también tiene su emoción).


Compramos un billete para Haridwar, en el estado de Uttaranchal, centro de peregrinación hindú donde los haya. Cinco horas en tren nos bastaron para llegar a los pies del Himalaya, donde el Ganges deja las montañas y entra en el llano. Parece que es esto lo que hace de esta ciudad la más sagrada de las ciudades. La ciudad tiene unos 500.000 habitantes, pero la vida se centra en la calle principal, un bazar de unos 2 km. que desemboca en el Ganges. A lado y lado se encuentran las muchas tiendas de objetos religiosos, comida y ofrendas para los dioses o rosarios y estatuillas para adorarlos. os trajes para vestir a los dioses, desde las miniaturas de Baby Krishna hasta las enormes estatuas de los templos. Si lo piensas objetivamente no dejan de ser lo mismo que se hace aquí con los santos y las vírgenes, a los que hay que cambiar de ropa dependiendo de las fiestas, se les regalan mantos carísimos y se los saca a pasear en procesiones rodeados de devotos. Investigando en la red he descubierto que también se pueden comprar online, aunque en versión de "lujo" en especilizadas tiendas de pooja. La mayoría de estos objetos harían las delicias de los europeos más kitsch. Supongo que todas las religiones tienen su marketing.

El ghat principal es el más sagrado. Nadie puede pisar las escaleras con los zapatos puestos y en él se encuentran varios templos dedicados a Shiva. Dicen que Shiva creó de las montañas del Himalaya y dejó su huella allí. Los fieles, familias enteras de peregrinación, se bañan en el río durante todo el día, los hombres en calzoncillos y las mujeres completamente vestidas, aunque también vimos alguna que se bañaba solo con la falda. El barullo que se forma, el griterío, la sensación de que todos lo están pasando bien, te recuerda a las piscinas municipales de los pueblos en verano. Es una fiesta. Se meten en el río, muchos sin saber nadar, y se agarran a las cadenas de hierro para que no se les lleve la corriente. En esta época, junio, el Ganges baja con fuerza debido al deshielo. Otros, niños y adolescentes, se tiran de los puentes y pretenden que les des algunas rupias para que les mires. No puedo dejar de pensar en los días en que gritaba "¡mamá, papá!" todo lo fuerte que podía para que me miraran cuando me tiraba del trampolín. También los hay que se dedican a bucear en el río para sacar las monedas o chapas antiguas que los peregrinos echan con sus deseos y, luego las venden en puestos improvisados. El espectáculo es interminable, echas horas observando, siempre como un voyeur entrometido en actos privados, a veces íntimos.


Hacia las 5 de la tarde los vendedores se ponen en movimiento y empiezan a preparar las ofrendas que los peregrinos compran para echar al río después de la oración. Cestos con hojas y pétalos de flores naranja y rosa, flores de loto y madera de sándalo, lamparillas con ghee, una manteca que utilizan de combustible... con todo ello fabrican cientos de barcas hechas con hojas, pequeñas, medianas o gigantes, coronadas por los lotos y las lamparillas. La ceremonia empieza en cuanto oscurece. A medida que se acerca la hora los escalones de los ghats a lo largo del río se van llenando de gente que llevan en la mano sus ofrendas. Gente de toda las edades, vendedores de plásticos para sentarse en el suelo sin mojarse, supuestos encantadores de cobras, niños que te quieren poner el tikka (señal sagrada) en la frente por unas rupias, otros que venden cerillas y azúcar para añadir a las ofrendas, falsos vigilantes que quieren cobrar impuestos, falsos sacerdotes que cobran por sus supuestas bendiciones y oraciones, vendedores de garrafas para llevarse el agua del Ganges, ascetas y as-jetas…

De hecho cuando llegamos al final del bazar, ya en el puente que cruza el Ganges nos vendieron un tíquet para poder acceder a él. Se supone que los "agentes" deben ir debidamente identificados, pero ¿con qué identificación? No lo sabíamos, nuevos y extranjeros en el lugar pagamos para no pelearnos. No fue un pago por entrar en lugar santo, más bien fue el impuesto del guiri.

La ceremonia empieza en el ghat principal, delante y dentro del templo. Encienden llamas sagradas los sacerdotes y empiezan a orar. Los fieles, cientos, se levantan, levantan los brazos y gritan en respuesta a las oraciones. De repente todos empiezan a cantar. Algunas personas se emocionan tanto que llegan a llorar. Poco a poco van encendiendo sus barcas florales y las van echando al río. Es impresionante. No puedo dejar de pensar cómo será esto durante la gran concentración del Maha Khumb Mela que se celebra cada 12 años. El historiador y novelista rumano Mircea Eliade, en su libro La India lo describió así:

Cada doce años, India entera se estremece; los pueblos se agitan, los monasterios se vacían, de las cuevas del Himalaya descienden ermitaños desnudos sucios de cenizas, de la costa de Malabar, del cabo Comorín, del golfo de Bengala, de los montes Vindhya, del desierto del Thar convergen carros de toda clase, comitivas de monjes, grupos de indigentes, tropas de leprosos, séquitos de rajás, palanquines abarrotados de mujeres ocultas por cortinas blancas, trenes llenos de pasajeros, una muchedumbre extraordinaria ávida de santidad: los peregrinos de la Kumbh-Mela.



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