Pateando la India

Aventuras y desventuras encima de un tren

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26 marzo 2007

Hacia Khajurajo


Salimos de Varanasi impactados por el descubrimiento de los rituales hindúes, un Ganges eternamente activo, todavía bajo, con un sinfín de devotos llevando a cabo sus deberes religiosos de forma estricta. Esa ciudad, ya volveré a hablar de ella, es a la vez una revolución y una revelación para todos nuestros sentidos.

Durante el viaje me impactó ver a una viuda envuelta en su sari de algodón blanco fumando mientras esperaba su tren o simplemente matando el tiempo en la estación. Si habéis visto la película "Agua" os podéis hacer una idea de lo que es ser viuda en India, pero todavía no había visto ninguna en esas condiciones. Una paria abandonada a su suerte.

Queríamos visitar los templos de Khajuraho, en Madhya Pradesh, pero no hay tren que llegue a ese remoto lugar, por lo que nuestro destino era inevitablemente Satna, una población de 225.000 habitantes, muy pequeña para ser india, y el trayecto no tenía que durar más de seis horas. No recuerdo si tuvimos retraso, pero presumiblemente tardaríamos un poco más.

Satna es un pueblo: no hay nada que hacer allí, ¡ni tampoco hay donde cambiar! Queríamos cambiar dinero, pero no hubo manera, la única solución acudir al cajero con la tarjeta... ¡y yo no recordaba el número secreto! Bueno, pagamos el hotel con la visa y decidimos que ya cambiaríamos dinero en Khajuraho.

Lo que más recuerdo de Satna es su calle principal (donde está el hotel), una carretera mal asfaltada, sin aceras, con "muchas" tiendas de muebles y ropa, con una gran estación de tren, y la estación de autobuses. La estación de autobuses era lo más divertido. Restaurantes, tiendas de zapatos, de comida y mucho ambiente. Allí pasamos el rato.

La noche la pasé mal, de la cama al baño y del baño a la cama: igual me tomé cuatro pastillas antidiarréicas, pero no parecía funcionar. Supongo que todavía me estaba recuperando de mi caída en Agra. Así que viéndome por la mañana que durante el viaje podía tener más de una emergencia, pensamos que no sería muy buena idea coger el autobús a Khajuraho, pero que tampoco podíamos quedarnos en aquel pueblucho. Ni cortos ni perezosos, dejamos las mochilas en el hotel y nos dirigimos a la estación de autobuses para conseguir algún jeep que nos llevara hasta los templos.

Necesitamos pocos minutos para que un jeep destartalado se acercara a preguntar si íbamos a Khajuraho. Intentamos regatear el precio, conscientes de que era desorbitado, pero no nos salimos con la nuestra. Poco convencidos, sin saber si nos podíamos fiar de esa gente, nos montamos en el jeep y nos llevaron al hotel a buscar las mochilas.
Emprendimos el viaje no sin antes darnos una vuelta de una hora por barrios, calles y caminos del pueblo en busca de otros posibles clientes que fueran en la misma dirección. A nosotros nos asignaron todo el asiento de detrás, a ratos compartido con uno de los tres individuos que llevaban el negocio. Uno era el chófer, el otro el cobrador y el tercero se encargaba de conseguir clientes gritando desde la ventana y acomodarlos donde cupieran. Hubo un momento que íban cuatro delante, tres detrás y seis en el espacio destinado a maletero.

El viaje duró unas 8 horas pero mereció la pena. Las carreteras y caminos cruzaban aldeas, el coche se paraba para recoger familias, trabajadores que volvían a casa o campesinos y campesinas que iban a la compra al pueblo más cercano. A veces, cuando pasábamos por algún templo de obligada devoción el conductor se paraba y todos se bajaban a tocar al dios de turno. Volvían inevitablemente con un trozo de coco o cualquier otro vegetal bendecido... y nos dieron un trozo para que nos protegiera.

Para llegar tuvimos que cruzar el parque nacional de Panna y el camino serpenteaba entre la selva. A lado y lado veíamos ríos, cascadas y árboles. Nos gustó tanto la experiencia que al llegar concretamos la vuelta con ellos. A la vuelta nos paró la policía y nuestros chóferes tuvieron que pagar el correspondiente "impuesto" a la autoridad por el servicio que estaban prestando.

Khajuraho es un pueblo muy pequeño, ahora bastante turístico, en mitad de la montaña. Los Templos fueron encontrados por un británico hace relativamente poco, por lo que su conservación es muy buena y su mantenimiento excelente. ¿Podéis imaginar el gran impacto que debió crear encontrar entre la selva un conjunto tan impresionante de templos? Creo que esto es lo que los hace todavía más atractivos, el conjunto, la cantidad que hay... Sin duda, entre el Templo del Amor y los Templos del Amor, me quedo con los segundos.

Una vuelta por el lugar nos mostraron las casas de los campesinos, sus hijos y sus tierras. Una foto a un niño en la puerta de su casa con su triciclo se marcó en nuestra memoria como parte de ese mundo.

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