Pateando la India

Aventuras y desventuras encima de un tren

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20 enero 2008

GANARSE LA VIDA: EL ARTE DE ENCONTRAR EL OFICIO MÁS ORIGINAL



Está claro que si no se tiene un oficio determinado, hay que tener imaginación. En India descubrimos oficios, profesiones y negocios que no habíamos imaginado. Quizá algunos de ellos habían existido en nuestro país antes de que naciéramos, pero, desde luego ya no se ven.

Tener un negocio de alquiler de elefantes en España dudo que tuviera mucha salida. Aunque, por lo visto sí la tiene en India. El letrero de la foto lo vimos en el sur de la India, en Trivandrum, Kerala. Allí, cerca del templo de Padnabhaswamy ofrecían el servicio de alquiler y decoración de elefantes. Luego, en Madurai pudimos ver quién podía necesitar este servicio. Dentro del templo, elefantes decorados, atados con una cadena bendecían sin cesar a todos los creyentes o no creyentes que se acercaban a ellos por algunas rupias.



En toda la India vimos tal variedad de oficios que la mejor forma de resumirlos es con las fotos. Podéis ver un ejemplo en el slide que he subido. A estas fotos debería añadir dos de los trabajos más alucinantes que vimos (de los cuales no tengo fotos): reconstructor de billetes de banco y limpiador de orejas, que no te dejaban de perseguir ni a sol ni a sombra.

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12 enero 2008

Juego de niños



El otro día me llegó este vídeo via mail. La verdad es que los Reyes, un juguete así no se lo traen a ningún niño español. ...Y, como están las cosas, es fácil que si algún padre se atreviera a pedirlo para su niño, acabara en la cárcel por malos tratos.

Ya he comentado en este blog que viajando por India (en realidad en Turquía también tuve la misma sensación) te das cuenta de que lo que asumimos como un peligro aquí, allí no se ve como tal.

En Benarés (Varanasi) nos alojamos en un hotel sencillo pero con unas magníficas vistas sobre el Ganges. Decidimos gastar un poco más de lo habitual (500Rps.) para poder disfrutar de una habitación con un gran ventanal y un balcón con vistas al río.



El río bajaba realmente alto en julio, por lo que los ghats habían prácticamente desaparecido y los postes de la luz quedaban medio ahogados por el agua. Un día, asomados al balcón, vimos algo increíble: un grupo de adolescentes que se dejaban llevar por la corriente del río y cuando era necesario se agarraban a los cables de la luz.

Nos pareció algo peligrosísimo, impensable para nosotros, pero que obviamente ellos debían hacer cada monzón.

Este tipo de sentido del peligro, muy desarrollado en nuestra sociedad, quizá por la superprotección a la que estamos sometidos tanto por parte de los padres como por el estado, no existe en India. Tal vez sea que la muerte es algo mucho más natural y cercana que aquí, o que el destino es algo inamovible, algo con lo que naces y contra el que no se puede luchar... si tiene que pasar pasará.

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09 diciembre 2007

Gracias jles



jles nos ha dejado este vídeo de un trayecto en autobús durante su viaje a India. Sin duda, India se graba en la mente... ¡especialmente los viajes por carretera!

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01 junio 2007

LAS FRANCESAS: NO QUE TE PASA EN EUROPA Y TE PASA EN LA INDIA


Desde Gokarna decidimos irnos a Kerala, concretamente a Cochin. Gokarna no tenía una estación de tren importante, por lo que tuvimos que coger el autobús hasta el pueblo donde paraba el tren que nos llevaría al paraíso.

Parece que cuando los empleados de la red ferroviaria venden los billetes ponen a todos los turistas occidentales juntos. La verdad es que casi siempre nos encontrábamos que íbamos todos en el mismo vagón. Diréis que debían de haber muchos, pero no es así, por India no nos paseamos tantos...

Pues bien, en el tren coincidimos con dos francesas que nos llamaron la atención, ya que no eran dos amigas viajando juntas de mochileras, sino que se trataba de una madre con su maleta y su hija con la mochila.

El viaje fue largo, como casi todos, y, como es normal, te da tiempo a todo: Mirar por la ventana, ejercicio muy recomendable, leer, dormir, escuchar música, cosas menos provechosas, y observar a los viajeros, actividad de lo más entretenida: por su comportamiento puedes adivinar a qué van, qué tipo de personas son e, incluso, si son hindúes, a qué casta pertenecen. Las francesas, indudablemente, se salían del estándar de mochilero que sueles encontrarte (nosotros mismos).

Recuerdo que por la mañana, después de una noche en la litera con los tapones, el antifaz y un diazepán para dormir mejor, llegamos a Ernakulam, la estación de Cochín. Como siempre luchamos con los rickshaw-wallah y logramos llegar al ferry. Al ferry llegaron también nuestras compañeras de viaje. Entablamos una breve y banal conversación sobre nuestra procedencia, lugares que habíamos visitado en India y hoteles donde pensábamos hospedarnos. Ellas resultaron ser de Marsella, lo que nos las acercaba bastante, cuando estás tan lejos Marsella y Barcelona se convierten en hermanas.

En Cochin dormimos en Spencer's Home, un hotelito, ubicado en una antigua casa colonial y llevada por dos hermanos muy amables. Mientras estábamos allí la estaban reformando, estaban habilitando nuevas habitaciones alrededor de un patio muy agradable y pintando el resto de la casa. Fuimos a parar allí por casualidad, pero resultó ser una buena elección. La habitación era espaciosa y estaba decorada con muebles coloniales, con mosquitera incluída. Además, era barato.

Los hoteles donde se alojan los turistas en Cochín suelen estar en una pequeña isla que es el casco histórico, por lo que durante la estancia coincidimos en alguna ocasión y nos saludamos tímidamente.

Ahora viene lo curioso, ocurrió durante nuestro segundo viaje a la India. Buscando lugares donde no hubiésemos estado la primera vez llegamos a Trichy, una ciudad en el centro del sur de la India, con un templo que se caracteriza por estar en la cima de una roca. Para visitarlo hay que subir unos 500 escalones. A parte de esto, Trichy no tiene gran cosa, pero nos venía bien para nuestro itineriario. Al llegar a la entrada del templo, alucinados como siempre, nos encontramos con hordas de peregrinos atraídos por la roca. Entramos sin dejar de observar el trajín que todos, visitantes y autóctonos se traían y en esas nos encontramos a las francesas. ¡No lo podíamos creer! Y ellas tampoco, por supuesto. Nos saludamos efusivamente, la madre nos contó que en invierno había vuelto ella sola a India y que era ya, con esa, la tercera vez que visitaba el país. Había decidido, no se por qué razón visitarlo cada seis meses. Después de este encuentro, la verdad, no salíamos de nuestro asombro... y no me digáis que no es para quedarse de piedra, como el templo.

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23 mayo 2007

EL ÚLTIMO HIPPY DE GOA



En julio Goa está en pleno monzón. La lluvia te acompaña inevitablemente hagas lo que hagas. Es una lluvia incesante, a veces violenta, a veces suave, pero siempre constante. En esos días de lluvia una de las opciones que tienes es sentarte en uno de los pocos bares que hay en Palolem. Escogimos un bar tropical, con techo de palma y con música reggea de fondo. Los colegas se reunían allí para echar unas partidas de lo que fuera, algunos con las tablas de surf y todos con bañador, por si se les ocurría darse un chapuzón.
Mientras nos tomábamos nuestra cerveza a precio irrisorio -en el estado de Goa la cerveza no tiene los impuestos con la que la gravan en otros estados- apareción Phil, creo que se llamaba. Phil era inglés, pero un inglés muy inglés, y resultó ser uno de los últimos hippies que quedan en Palolem.

Nos contó que había vendido todas sus propiedades en Londres para poder irse a vivir a las playas de Palolem. Desde luego no era el único, pero sí el más singular.

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10 abril 2007

GOKARNA, KARNATAKA

Karnataka es un estado indio famoso por su capital, Mysore y las ruinas de Hampi, que por lo que nos contaron parece que te trasladan a otra dimensión. Sin embargo, nosotros no visitamos ni lo uno ni lo otro. Nos fuimos a Gokarna.

Gokarna está al sur de Goa. No sé muy bien porqué fuimos allí pero fue un acierto. En la época del monzón se supone (y es cierto) que no hay nada que hacer allí. Su atractivo principal son las playas paradisíacas, y, por supuesto, no llegamos a ellas. Hicimos un intento de excursión a las afueras del pueblo y volvimos rápidamente al vernos amenazados por unas nubes negras que tenían muy mala pinta.

La llegada a Gokarna ya fue de película. Fuimos en un tren de corto recorrido, no sé si fueron 3 o 4 horas. Veníamos de Goa y allí ya nos habían avisado de que, en Gokarna, la estación estaba un poco alejada del pueblo y que había un autobús que te llevaba al centro. Un estudiante de instituto, vestido con traje y corbata como es usual, se bajó con nosotros, pero los taxistas y los rickshaw-wallah, se nos echaron encima nada más vernos argumentando que no había autobús, que tendríamos que caminar unos 10 km. Nos los sacudimos como pudimos y preguntamos al chico dónde paraba el autobús. Fuimos con él hasta la carretera principal y no tardó mucho en pasar el transporte público que nos tenía que llevar.

El pueblo resultó ser encantador, pero lo que más recuerdo son los hoteles. En un primer momento quisimos alojarnos en un hotel cerca del mar. Era un viejo caserón con unas habitaciones un tanto cochambrosas, pero adecuado a nuestro presupuesto y nos quedamos. Creo que solo había otro huésped, a quien no vimos jamás, pero al que intuímos por la ropa tendida que colgaba de una cuerda improvisada.

Después de instalarnos salimos a investigar. Después de cenar en el hotel nos esperaba una sorpresa: nuestra habitación ya no estaba libre. Millones de mosquitos habían invadido el lugar colándose por las ventanas si cristales. No contábamos con ello, pero gracias al mosquito coil salvamos la noche. Al día siguiente, sin mediar explicación nos trasladamos de hotel.

El nuevo hotel era más céntrico. Lo llevaban los hermanos Shanti, propietarios a la vez de una tienda de lo más tradicional. Vendían cacharros y telas, sobre todo telas, en un negocio familiar de mucha solera. Pedimos ver la habitación y nos llevaron a través de unos inmensos jardines que recordaban que aquel pueblo se había hecho hueco enmedio de la selva tropical. De hecho los jardines de todas las casas del pueblo no eran jardines como los entendemos aquí, sino más bien pedazos de selva que no habían tenido necesidad de cortar para construir. Las habitaciones estaban repartidas entre dos edificios. Nos enseñaron un par en el edificio más grande, a diferentes precios, pero siempre a precios muy razonables. Creo que abrieron el hotel solo para nosotros. El edificio en sí daba un poco de miedo, enorme y vacío, esperando el sol de la temporada alta. Elegimos la habitación de la última planta. Era enorme, con cuatro camas y un pequeño baño. Los ventanales tenían una vista magnífica sobre el jardín y como no paraba de llover pasamos algunos ratos mirando por al jardín. En uno de esos momentos de contemplación nos sorprendieron una pareja de calaos bicornes posados encima de una rama. Maravilloso.

Hay que decir que el lugar es un lugar de peregrinación, uno de los más sagrados del sur de la India. El templo de Mahabaleswara con un lingam muy venerado es el centro de este peregrinaje. Por desgracia para nosotros, nos encontramos que tiene la entrada prohibida a los no hindúes, como muchos de estos lugares.

Durante nuestra estancia en este lugar el sol brilló por su ausencia. Las lluvias monzónicas lo inundaban todo, sin dejar más señas que las más clásicas imágenes de la estación: unas maravillosas fotografías de parajes poseídos por el agua.

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07 abril 2007

El riesgo de montar en tren

Dicen que en Bombay hay un promedio de 15 personas que mueren diariamente al cruzar las vías del tren. En realidad, si frecuentas las estaciones de tren te extraña que no haya más. Eso sin contar la de gente que vive casi literalmente en las vías, recogiendo desperdicios para poder sobrevivir. Me ha llegado este video que demuestra lo arriesgados que son los indios al cruzar las vías. Juzgar por vosotros mismos.





También vi, en mis ratos de espera en las estaciones, como la gente se subía a los trenes en marcha, se colgaba de las puertas, se caía al desengancharse de una mano desconocida para montarse en un tren que ya estaba adquiriendo velocidad e, incluso, como un tren daba marcha atrás para recoger a unos viajeros que no habían llegado a tiempo.

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26 marzo 2007

Hacia Khajurajo


Salimos de Varanasi impactados por el descubrimiento de los rituales hindúes, un Ganges eternamente activo, todavía bajo, con un sinfín de devotos llevando a cabo sus deberes religiosos de forma estricta. Esa ciudad, ya volveré a hablar de ella, es a la vez una revolución y una revelación para todos nuestros sentidos.

Durante el viaje me impactó ver a una viuda envuelta en su sari de algodón blanco fumando mientras esperaba su tren o simplemente matando el tiempo en la estación. Si habéis visto la película "Agua" os podéis hacer una idea de lo que es ser viuda en India, pero todavía no había visto ninguna en esas condiciones. Una paria abandonada a su suerte.

Queríamos visitar los templos de Khajuraho, en Madhya Pradesh, pero no hay tren que llegue a ese remoto lugar, por lo que nuestro destino era inevitablemente Satna, una población de 225.000 habitantes, muy pequeña para ser india, y el trayecto no tenía que durar más de seis horas. No recuerdo si tuvimos retraso, pero presumiblemente tardaríamos un poco más.

Satna es un pueblo: no hay nada que hacer allí, ¡ni tampoco hay donde cambiar! Queríamos cambiar dinero, pero no hubo manera, la única solución acudir al cajero con la tarjeta... ¡y yo no recordaba el número secreto! Bueno, pagamos el hotel con la visa y decidimos que ya cambiaríamos dinero en Khajuraho.

Lo que más recuerdo de Satna es su calle principal (donde está el hotel), una carretera mal asfaltada, sin aceras, con "muchas" tiendas de muebles y ropa, con una gran estación de tren, y la estación de autobuses. La estación de autobuses era lo más divertido. Restaurantes, tiendas de zapatos, de comida y mucho ambiente. Allí pasamos el rato.

La noche la pasé mal, de la cama al baño y del baño a la cama: igual me tomé cuatro pastillas antidiarréicas, pero no parecía funcionar. Supongo que todavía me estaba recuperando de mi caída en Agra. Así que viéndome por la mañana que durante el viaje podía tener más de una emergencia, pensamos que no sería muy buena idea coger el autobús a Khajuraho, pero que tampoco podíamos quedarnos en aquel pueblucho. Ni cortos ni perezosos, dejamos las mochilas en el hotel y nos dirigimos a la estación de autobuses para conseguir algún jeep que nos llevara hasta los templos.

Necesitamos pocos minutos para que un jeep destartalado se acercara a preguntar si íbamos a Khajuraho. Intentamos regatear el precio, conscientes de que era desorbitado, pero no nos salimos con la nuestra. Poco convencidos, sin saber si nos podíamos fiar de esa gente, nos montamos en el jeep y nos llevaron al hotel a buscar las mochilas.
Emprendimos el viaje no sin antes darnos una vuelta de una hora por barrios, calles y caminos del pueblo en busca de otros posibles clientes que fueran en la misma dirección. A nosotros nos asignaron todo el asiento de detrás, a ratos compartido con uno de los tres individuos que llevaban el negocio. Uno era el chófer, el otro el cobrador y el tercero se encargaba de conseguir clientes gritando desde la ventana y acomodarlos donde cupieran. Hubo un momento que íban cuatro delante, tres detrás y seis en el espacio destinado a maletero.

El viaje duró unas 8 horas pero mereció la pena. Las carreteras y caminos cruzaban aldeas, el coche se paraba para recoger familias, trabajadores que volvían a casa o campesinos y campesinas que iban a la compra al pueblo más cercano. A veces, cuando pasábamos por algún templo de obligada devoción el conductor se paraba y todos se bajaban a tocar al dios de turno. Volvían inevitablemente con un trozo de coco o cualquier otro vegetal bendecido... y nos dieron un trozo para que nos protegiera.

Para llegar tuvimos que cruzar el parque nacional de Panna y el camino serpenteaba entre la selva. A lado y lado veíamos ríos, cascadas y árboles. Nos gustó tanto la experiencia que al llegar concretamos la vuelta con ellos. A la vuelta nos paró la policía y nuestros chóferes tuvieron que pagar el correspondiente "impuesto" a la autoridad por el servicio que estaban prestando.

Khajuraho es un pueblo muy pequeño, ahora bastante turístico, en mitad de la montaña. Los Templos fueron encontrados por un británico hace relativamente poco, por lo que su conservación es muy buena y su mantenimiento excelente. ¿Podéis imaginar el gran impacto que debió crear encontrar entre la selva un conjunto tan impresionante de templos? Creo que esto es lo que los hace todavía más atractivos, el conjunto, la cantidad que hay... Sin duda, entre el Templo del Amor y los Templos del Amor, me quedo con los segundos.

Una vuelta por el lugar nos mostraron las casas de los campesinos, sus hijos y sus tierras. Una foto a un niño en la puerta de su casa con su triciclo se marcó en nuestra memoria como parte de ese mundo.

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05 septiembre 2006

Una catalana en Benarés

Eva, su cuñado y yo en su tienda de Varanasi.Preparando mi viaje a India descubri Indiamike, un foro en inglés con muchísimos usuarios y muchísima información de primera mano: me fue de gran ayuda. Entre los posts encontré uno de Eva. Descubrí que ella y su marido tenían una tienda en Varanasi y me hizo gracia su historia: una chica de Barcelona casada con un indio, viviendo y trabajando en Varanasi. Por entonces estaba preparando mi segundo viaje a India. Cuando llegamos a Varanasi fuimos a visitarla a su tienda, que está en el mismísimo centro, un callejón que da a la calle que va al ghat principal, intercambiamos libros y le compramos una pashmina de colores para mi madre y unas telas pintadas preciosas. Nos mostró las fotos de sus viajes, estuvimos charlando de la vida en India y nos contó que casi les pilla el Tsunami, que llegó justo cuando ellos estaban de viaje en el sur de la India.
Más de un año después de visitarla la he vuelto a encontrar por la red. Primero en los foros de Lonely Planet, y luego encontré su blog Mother Ganges. ¡Qué pequeña es la red! A través de ella también descubrí el blog de Juan y Sonia que han viajado por países por los que yo también he viajado y encima son de Tarragona como yo. Y las casualidades no acaban aquí, entre los comentarios en el blog de Juan y Sonia descubrí un comentario de Marian, una chica de Terrassa que conocimos en la estación de Bombay y con la que pasamos buenos ratos en Palolem. Marian iba a visitar a unos niños que tenía apadrinados en la Fundación Vicente Ferrer (¡Espero que pudieras recuperar tus fotos Marian!), pero tenía unos días para hacer turismo y se apuntó a ir con nosotros a Goa. Pero esto es otra historia y ya la contaré otro día.Bueno, que el mundo es un pañuelo.
Fotos: En la playa de Palolem nadando en el Monzón con Marian y un espontáneo, y el hotel de Palolem, Flavia Paradise .

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27 agosto 2006

No quisiera ser mujer en India

Es verdad que la miseria de la India impacta. Sin embargo no solo hay lo que se ve en las calles a simple vista: leprosos y lisiados intentando dar pena (cuanto más mejor) para llevarse alguna paisa; niños desamparados que te encogen el corazón intentando llevar vida de adulto, cuidando de los hermanos pequeños y deambulando por las calles al acecho de cualquier cosa que les ayude a pasar el día...

Y las mujeres. Las que no llegan a nacer por el aborto selectivo; niñas a las que les toca ser mujer antes de hora, casadas cuando aún juegan con muñecas, embarazadas cuando todavía no saben de dónde vienen los niños, divorciadas a los quince años porque su marido de dieciséis se ha cansado de ellas y repudiadas por la sociedad por un estado del que no tienen culpa alguna. Por supuesto, él se volverá a casar, pero ella jamás. Luego están las mujeres adultas, esclavas en obras, subiendo ladrillos por las escaleras a medio construir con habilidad circense, bien derechas para que no se les caigan de la cabeza, envueltas en sus saris de princesa y ejercitando el caminar de modelo con los sacos de piedra para hacer carreteras, o en el campo con la azada... Y las viudas. Antes las quemaban en la pira con su marido y ahora son abandonadas como apestadas.

Debo decir que los que me dan más pena son los niños, son niños y por eso necesitan a los adultos emocionalmente, no se les puede robar la infancia y cargarlos con obligaciones que no les tocan.

Hace un par o tres de días salió a la luz esta noticia.

Nueva Delhi. (EFE).- Nueva Delhi es la ciudad más peligrosa del mundo para los niños y una de las peores para las mujeres, según un informe de las autoridades locales y la ONU que publica hoy la prensa india.

La capital de la India tiene una de las rentas per cápita más altas del país, es una de las ciudades indias con menor proporción de pobres (un 8 por ciento) e incluso cuenta con una tasa de mortalidad infantil del 28 por mil, mientras la media nacional en la India es de 60. Sin embargo, no todo son datos positivos, especialmente para los menores y las mujeres, que se enfrentan a serios problemas de acoso en el trabajo, en lugares públicos y en sus hogares.

De las 35 ciudades más peligrosas del mundo para los niños, la capital india tiene el dudoso honor de figurar en la primera posición debido a su elevado número de delitos contra menores, según ese informe, realizado por las Naciones Unidas en colaboración con el gobierno del estado de Delhi.

En un país donde casi trece millones de niños son forzados a trabajar a pesar de una reciente prohibición legal, parece difícil erradicar costumbres como el servicio doméstico infantil o el uso de niños para la mendicidad organizada. En el caso de Nueva Delhi, resulta especialmente llamativo el hecho de que a pesar de ser una de las ciudades que proporcionalmente más gastan en educación, hay más de 180.000 niños sin escolarizar en las calles.

Asimismo, Nueva Delhi está considerada como uno de los lugares donde las mujeres se encuentran con más problemas de acoso y maltrato, tanto en su lugar de trabajo como en entornos familiares e incluso el transporte público. En una encuesta que se incluye en el informe de las ONU, un 45 por ciento de las mujeres dijo que no se siente segura en su lugar de trabajo. Por si esto fuera poco, la capital de la India encabeza año tras año las listas de delitos contra las mujeres.

En un informe publicado el año pasado, el Departamento Nacional de Estadísticas Criminales destacó que el 15 por ciento de todas las denuncias por violación en la India tuvieron lugar en Nueva Delhi.

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24 agosto 2006

India traffic

¡Esto sí es saber conducir!

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Una sobre el tráfico

El tráfico en India es increíble. Ya he contado en este blog el impacto que nos produjo la primera vez que tuvimos que cruzar una calle. Parece que conduzcan en el caos más absoluto, pero raras veces en las ciudades (en las carreteras puede que sea más frecuente) se presencian accidentes. Nosotros sufrimos uno en nuestra propia carne. Volvíamos de Haridwar en autobús (¡vaya viajecito, esto será otra aventura que contar!) y tuvimos que coger un rickshaw que nos llevara al hotel. Muy cerca del Fuerte Rojo el rickshaw wallah cruzó una avenida provista de semáforos invisibles. Mala suerte, un carro tirado por un caballo se nos echó encima. Por suerte no pasó nada, el susto y las risas al recordarlo. Para que os podáis hacer una idea de lo que es hay algunos videos colgados en youtube que no tienen desperdicio. ¡No os perdáis el de la vaca rumiando enmedio de la calle!

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12 julio 2006

Bombay, tristemente noticia

Foto publicada en Inside Bay Area
Es dificil contar lo que sientes ante atentados de esta magnitud: rabia, impotencia, ganas de llorar. Creo que todos estaremos de acuerdo en que el impacto siempre es mayor cuando se trata de un número importante de muertos y heridos que cuando se trata de "solo" un muerto. Lo mismo ocurre cuando el atentado se produce en una ciudad conocida o cercana. Pero este impacto inicial es tan solo una ilusión. Si analizamos quienes son los muertos, uno a uno, estos pasan de ser nombres en las noticias a ser personas individuales, con su familia y su dolor. ¿Quiénes serían? ¿Qué estarían haciendo en ese momento? ¿Quién les estaría esperando? Se repiten las mismas preguntas que nos hicimos en los atentados de Madrid y Londres... y las que deberíamos hacernos cuando oímos el número de muertos en atentados en Iraq, Afganistán, Israel o Paquistán. Pero desgraciadamente estas noticias que nos acompañan a la hora de la cena de prácticamente todos los días del año han desbordado ya nuestra sensibilidad y dejan de ser noticia para ser parte de la normalidad. No dejemos que los números conviertan el horror en la indiferencia de la cotidianidad. José Manuel Bustamante publica hoy en el mundo.es un retrato de la ciudad de Bombay muy interesante, si habéis estado léedlo, emociona, y si no léedlo también, da una visión muy real de lo que es.

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26 mayo 2006

Conseguir la paz interior

Sobre la espiritualidad de la India se ha hablado mucho y mitificado más aún. Una visión un poco irónica de este tema la refleja esta pequeña historia que me ha llegado via e-mail.

Parece que en algún libro está escrito que el camino para conseguir la paz interior reside en finalizar las cosas que has empezado".

Después de una larga reflexión acerca del planteamiento pensé: "Puede que tenga razón".

Miré a mi alrededor y ví todas las cosas que yo había empezado y estaban sin terminar, así que hoy he terminado una botella de Bailey's, una de vino tinto, una de Chivas Regal, 3 chocolates, una caja de condones y un cuarto de botella de tequila. ¡No tenéis ni idea de lo bien que me siento!

Es hora de descubrir el misticismo de la India. El misticismo no lo tiene el lugar, ni tan siquiera las personas que viven en él. Si lo llevas, está dentro de ti estés donde estés... yo de momento seguiré acabándome las sobras que encuentre en casa.

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09 mayo 2006

La estrella de la India



El Taj Mahal, en Agra, es sin duda la estrella de la India. ¿Cómo vas a ir a India y no ir a ver el Taj Mahal?
Como pasa con todos los mitos son más fantasía que realidad. Por supuesto, se trata de un edificio impactante, por su estructura y su color blanquísimo, merece la calificación que le han puesto de una de las 7 maravillas del mundo moderno. El impresionante mausoleo mongol fue construido en tiempo récord como muestra de amor por un rajá y con el esfuerzo y la vida de miles de trabajadores.
Sin embargo, lo que más impresiona no es su arquitectura perfecta, sino el contraste de los miles de turistas indios paseando descalzos por encima del mármol caliente. El despliegue de colores de los saris daban la nota realmente exótica al lugar. Familias enteras sentadas sobre la cálida piedra blanca disfrutaban de un día de fiesta que sería tan inolvidable para ellos como para nosotros.

En este lugar mítico nos dimos cuenta de varias cosas:
1. La mayoría de turistas en la India son indios, el turismo mayoritario del país es turismo interno, los turistas extranjeros en India son minoría (creo que son unos 4 millones al año, cantidad ínfima comparado con los más de mil millones de habitantes que tiene el país).
2. A los indios les encanta sacarse fotos o, en su defecto, que les saquen fotos junto a los turistas europeos, fruto de esta afición descubrimos que abunda una profesión prácticamente desaparecida en nuestro mundo: los fotografos profesionales, los que andan con la cámara a la caza de clientes deseosos de tener una foto profesional, normalmente muy kitsch, colgada en el salón de su casa. La foto que triunfaba en este caso era la que se hacían casi todos en una posición y perspectiva en la que parecía que el fotografiado estaba sujetando el edificio con sus manos. Nunca antes habíamos experimentado la sensación de ser el objeto de tantas fotos como allí: fotos con los niños, con los novios o con otros turistas desconocidos eran más interasantes que el propio monumento.
3. Las indias son elegantes y guapísimas, o por lo menos esta es la impresión que sacas cuando las ves envueltas en sus magníficos saris.
A la entrada del recinto, un hormiguero de buscavidas, me llamó la atención un árbol, creo que era un ficus, al que debían estar curando de alguna enfermedad. Estaba envuelto con una tela, como si lo hubiesen vendado, y parecía más un totem que otra cosa. Pero lo encontré maravilloso. Más adelante vi cómo este país trata a los árboles como algo sagrado, poniendo a sus pies altares y símbolos divinos como lingams o figuras de vacas. Los árboles se convierten en lugares de oración y promesas, a menudo se llenan de ofrendas en forma de flores, arroz, o en ellas queman de inciensos, por las que los dioses deben conceder deseos.
De las dos mezquitas laterales que completan el conjunto arquitectónico una de ellas es puramente decorativa, pues por exigencias de simetría no puede estar mirando a la meca. La otra sigue sirviendo de lugar de oración, donde no sólo se ora sino que también encuentras a la gente descansando, meditando o dando el pecho a los niños. India está salpicada de un gran número de bellas mezquitas que recuerdan cual fue la religión de la clase históricamente dominante hasta su independencia y partición.

Nos quedamos en el Taj Mahal hasta el atardecer. Dicen que este edificio cambia de color con el sol. Y es cierto. Nosotros vimos como se volvía dorado con la puesta de sol tumbados en el jardín. Yo ya no me sentía muy bien. Me dolía la cabeza, pero este es un mal normal para mi, por lo que ni podía imaginar lo que estaba incubando.


Por la noche, en el hotel, ya no comí. Eso sí es raro en mi. Me estaba inmunizando. Al acostarme ya tenía más de 39º de fiebre y se evidenciaba una gastroenteritis galopante que me postró en la cama durante tres días. Las habitaciones del hotel estaban dispuestas alrededor de un patio central donde sobrevivían algunas plantas, allí se podía comer y el patio se convertía en un agradable restaurante. Pero cuando entrabas en las habitaciones estas se asemejaban más a celdas que a dormitorios de hotel. Un ventanuco dejaba entrar escasamente la luz en la nuestra, y el lujo del baño privado no era gran cosa. De todas formas, en vista de mi situación, agradecí muchísimo no tener que salir al pasillo cada vez que necesitaba utilizarlo. Parece que no era la única en sufrir los achaques del cambio de alimentación e higiene. Desde la cama podía oír a otros huéspedes utilizar el baño y reconocer ruidos desagradables. Solo yendo con alguien de absoluta confianza puedes superar tranquilamente algo así, y eso se demuestra cuando es la otra persona la que está más preocupada que tú.

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02 mayo 2006

Agra, platform three


Después de haber probado una cantidad considerable de bares auténticamente indios, donde no se distinguía el ventilador del techo por la grasa y la porquería que tenía incrustada, donde las paredes eran del mismo color que el suelo, donde no sabíamos qué estábamos comiendo, decidimos marcharnos de Delhi por la ruta más turis: Agra. Cogimos el tren, nuestro primer tren en India. Sacamos un billete en sleeper class, que viene a ser la de más categoría en segunda clase. En segunda general es imposible viajar. Bueno, imposible no, porque muchos lo hacen, pero para un europeo es casi suicida: seguro que todos tenéis en mente los trenes abarrotados, con la gente colgada de las puertas o encima del vagón, pues esto es general, una clase en la que se puede viajar sin reserva previa de billete y para nosotros prácticamente gratuita. Quien viaja en esta clase es porque no puede pagar otra, por ninguna otra razón se


viaja así.
Las tres horas que dura el viaje de Delhi a Agra fueron tres horas con el sabor de las primeras veces. En cualquier estación se acercaban los vendedores con samosa recién hechas, plátanos, té... Compramos plátanos y samosa por la ventanilla, que en S.C. solo está protegida por una reja sin cristal y nos codeamos con turistas e indios. Yo no tenía mucho hambre, pero me comí un plátano.

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01 mayo 2006

De dioses y demonios

Haridwar es la tierra de los dioses y los demonios. De hecho todavía se ven dioses entre el barullo de sus calles. Un día, mientras desayunábamos en el restaurante de un hotel donde ya nos habíamos apropiado de una mesa, vimos uno. Era un elefante que se paseaba entre el tráfico como un gran héroe. Ganesh, el dios elefante, estaba entre nosotros. Él se encargaba de que a su cuidador no le faltara de nada. Se paraba delante de cada tienda: en una compraba tabaco, en otra compraba fruta y así se
recorría la calle. Pagaba con la trompa y a cambio recibía algún que otro obsequio. Un espectáculo digno de ver, que no nos perdimos gracias a la ventana que nos permitía observar todo el trajín de la calle como si de una gran pantalla se tratara.






Cuentan que en años inmemorables se desató un conflicto entre dioses y demonios debido a una marmita de amrit, el néctar de la inmortalidad. Casualidad. El mismo néctar que en todas las culturas ha perseguido la humanidad. Los dioses y los demonios tenían un acuerdo para conseguir y compartir el néctar que sacaron del océano de leche. Sin embargo, cuando lo consiguieron los demonios huyeron con él, rompiendo el trato que habían hecho con los dioses. Los dioses emprendieron una persecución que duró doce días y doce noches, correspondientes a 12 años para los humanos. Al cabo de esos doce días, empezó una pelea en el cielo por el néctar, durante la cual se derramaron algunas gotas por la tierra y cayeron en cuatro lugares que ahora se consideran los más sagrados de la India: Allahabad, en el estado de Uttar Pradesh, donde confluyen los ríos Ganges, Yamuna y Saraswati, muy cerca de Benarés; Haridwar, también en Uttar Pradesh, donde el Ganges deja la montañas del Himalaya; Ujjain, en Madhya Pradesh, en la orilla del río Ksipra; y Nasik, en el estado de Maharashtra, el mismo que Bombay, en la orilla del río Godavari.

El Kumbha Mela es la peregrinación en busca del néctar sagrado. Millones de personas se reúnen el mismo día para llevar a cabo el ritual del baño en un lugar y una hora predeterminada. La inmersión en el río se produce en el momento en que sus aguas se transforman en amrita. Para los hindúes, eso les limpiará de todos sus pecados a ellos y a sus ascendentes en 88 generaciones.

Miles de hombres santos, sadhus, monjes, santos y yoguis se concentran en estas fechas, haciendo que el Kumbha Mela sea especialmente vistoso debido a los desfiles cerimoniales que se producen con todos estos hombres montados en una gran variedad de transportes: camellos, elefantes, caballos, palanquines, carros...


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30 abril 2006

En busca del gurú

Rishikesh está muy cerca de Haridwar y es famoso por la gran concentración de ashrams que tiene. Está mordisqueada por las estribaciones del Himalaya, que ya se prevé como una cordillera con montañas enormes, y el Ganges la parte en dos. Da la sensación de que en una parte está el pueblo y la otra se reserva para peregrinos y turistas. Dicen que es el pueblo ideal para meditar y hacer yoga. Los ashrams son centros de meditación, sus celdas y servicios se configuran alrededor de un patio central ajardinado que recuerda, salvando las distancias, la estructura de los claustros de los monasterios. Sentados en el banco de uno de estos centros, rodeados de estatuas que parecen sacadas de un parque temático, con las fotos enormes de los fundadores y gurús colgados de las paredes, adornados con guirnaldas de flores -algunas frescas, otras de plástico- tienes más la sensación de estar en el territorio de una secta que en un lugar espiritual. Al igual que en Haridwar, está prohibido comer carne o pescado en todo el municipio. Es un lugar vegetariano por bando municipal. No sé si conocéis la historia de la tradición vegetariana en el hinduismo. Ser vegetariano es signo de pureza, así que cuanto más alta sea la casta a la que se pertenece, más estricto debe ser su regimen vegetariano. Por eso, los bramanes, la casta superior, tienen prohibido comer cualquier alimento de origen animal, incluso los huevos. Los Beatles lo hicieron famoso porque en uno de sus viajes, en plena era hippy, fueron a buscar a su gurú a ese lugar remoto, tan diferente a su Inglaterra natal. De hecho, algunos hippies fueron a por un gurú y se quedaron allí. Ellos parece que no consiguieron la iluminación buscada y volvieron a su mundo menos espiritual pero mucho más cómodo. Sigues encontrándote allí a muchos occidentales en busca de algo que dé sentido a su vida, pero, la verdad, puestos a creer en algo increíble, mejor quédate con lo de casa. Muchos de los casos de estafa e incluso de crimen en estos parajes tienen como víctimas a este tipo de personas bajo las manos de supuestos gurús. India me sigue pareciendo un país poco espiritual, a pesar de la fama mundial que a adquirido.

Para llegar a Rishikesh cogimos un autobús sacado directamente del desguace. Las tripas del vehículo se le salían entre la chatarra de la que estaba hecho y el conductor atacaba la carretera a base de claxón. El viaje se eternizó entre bocinazo y bocinazo. Llegamos a nuestro destino con un principio de ataque de nervios, pero Rishikesh nos recibió con una estampa de placidez y del quehacer cotidiano de los indios. Vimos a unos chicos pintando una pared, con una silla y un taburete que les servían de escalera. Te preguntabas cómo podían pintar y escribir con tal exactitud las letras que formaban parte del mural sin instrumentos específicos, aparte de la brocha y la pintura.

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25 abril 2006

Purificación a los pies del Himalaya



Una de las mejores cosas de volver a un lugar donde ya has estado es que todos los trámites burocráticos ya te los conoces. Esto te lo facilita todo mucho y, además, te hace ahorrar tiempo (...claro que descubrirlo por primera vez también tiene su emoción).


Compramos un billete para Haridwar, en el estado de Uttaranchal, centro de peregrinación hindú donde los haya. Cinco horas en tren nos bastaron para llegar a los pies del Himalaya, donde el Ganges deja las montañas y entra en el llano. Parece que es esto lo que hace de esta ciudad la más sagrada de las ciudades. La ciudad tiene unos 500.000 habitantes, pero la vida se centra en la calle principal, un bazar de unos 2 km. que desemboca en el Ganges. A lado y lado se encuentran las muchas tiendas de objetos religiosos, comida y ofrendas para los dioses o rosarios y estatuillas para adorarlos. os trajes para vestir a los dioses, desde las miniaturas de Baby Krishna hasta las enormes estatuas de los templos. Si lo piensas objetivamente no dejan de ser lo mismo que se hace aquí con los santos y las vírgenes, a los que hay que cambiar de ropa dependiendo de las fiestas, se les regalan mantos carísimos y se los saca a pasear en procesiones rodeados de devotos. Investigando en la red he descubierto que también se pueden comprar online, aunque en versión de "lujo" en especilizadas tiendas de pooja. La mayoría de estos objetos harían las delicias de los europeos más kitsch. Supongo que todas las religiones tienen su marketing.

El ghat principal es el más sagrado. Nadie puede pisar las escaleras con los zapatos puestos y en él se encuentran varios templos dedicados a Shiva. Dicen que Shiva creó de las montañas del Himalaya y dejó su huella allí. Los fieles, familias enteras de peregrinación, se bañan en el río durante todo el día, los hombres en calzoncillos y las mujeres completamente vestidas, aunque también vimos alguna que se bañaba solo con la falda. El barullo que se forma, el griterío, la sensación de que todos lo están pasando bien, te recuerda a las piscinas municipales de los pueblos en verano. Es una fiesta. Se meten en el río, muchos sin saber nadar, y se agarran a las cadenas de hierro para que no se les lleve la corriente. En esta época, junio, el Ganges baja con fuerza debido al deshielo. Otros, niños y adolescentes, se tiran de los puentes y pretenden que les des algunas rupias para que les mires. No puedo dejar de pensar en los días en que gritaba "¡mamá, papá!" todo lo fuerte que podía para que me miraran cuando me tiraba del trampolín. También los hay que se dedican a bucear en el río para sacar las monedas o chapas antiguas que los peregrinos echan con sus deseos y, luego las venden en puestos improvisados. El espectáculo es interminable, echas horas observando, siempre como un voyeur entrometido en actos privados, a veces íntimos.


Hacia las 5 de la tarde los vendedores se ponen en movimiento y empiezan a preparar las ofrendas que los peregrinos compran para echar al río después de la oración. Cestos con hojas y pétalos de flores naranja y rosa, flores de loto y madera de sándalo, lamparillas con ghee, una manteca que utilizan de combustible... con todo ello fabrican cientos de barcas hechas con hojas, pequeñas, medianas o gigantes, coronadas por los lotos y las lamparillas. La ceremonia empieza en cuanto oscurece. A medida que se acerca la hora los escalones de los ghats a lo largo del río se van llenando de gente que llevan en la mano sus ofrendas. Gente de toda las edades, vendedores de plásticos para sentarse en el suelo sin mojarse, supuestos encantadores de cobras, niños que te quieren poner el tikka (señal sagrada) en la frente por unas rupias, otros que venden cerillas y azúcar para añadir a las ofrendas, falsos vigilantes que quieren cobrar impuestos, falsos sacerdotes que cobran por sus supuestas bendiciones y oraciones, vendedores de garrafas para llevarse el agua del Ganges, ascetas y as-jetas…

De hecho cuando llegamos al final del bazar, ya en el puente que cruza el Ganges nos vendieron un tíquet para poder acceder a él. Se supone que los "agentes" deben ir debidamente identificados, pero ¿con qué identificación? No lo sabíamos, nuevos y extranjeros en el lugar pagamos para no pelearnos. No fue un pago por entrar en lugar santo, más bien fue el impuesto del guiri.

La ceremonia empieza en el ghat principal, delante y dentro del templo. Encienden llamas sagradas los sacerdotes y empiezan a orar. Los fieles, cientos, se levantan, levantan los brazos y gritan en respuesta a las oraciones. De repente todos empiezan a cantar. Algunas personas se emocionan tanto que llegan a llorar. Poco a poco van encendiendo sus barcas florales y las van echando al río. Es impresionante. No puedo dejar de pensar cómo será esto durante la gran concentración del Maha Khumb Mela que se celebra cada 12 años. El historiador y novelista rumano Mircea Eliade, en su libro La India lo describió así:

Cada doce años, India entera se estremece; los pueblos se agitan, los monasterios se vacían, de las cuevas del Himalaya descienden ermitaños desnudos sucios de cenizas, de la costa de Malabar, del cabo Comorín, del golfo de Bengala, de los montes Vindhya, del desierto del Thar convergen carros de toda clase, comitivas de monjes, grupos de indigentes, tropas de leprosos, séquitos de rajás, palanquines abarrotados de mujeres ocultas por cortinas blancas, trenes llenos de pasajeros, una muchedumbre extraordinaria ávida de santidad: los peregrinos de la Kumbh-Mela.



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